Estamos acostumbrados a consumir historias en donde encarnamos al héroe, lo vemos erigirse con el triunfo, felices de que cumpliera su cometido, felices de que, a pesar de todo, se haya levantado y haya salvado al mundo. ¿Y cómo no acostumbrarnos? Poco nos gustan los finales tristes, por eso, en todos los medios de entretenimiento es común que en el desenlace de cada videojuego, serie o película, tengamos un protagonista que cumplió su cometido una y otra vez. Sin embargo, debo decir que este tipo de historias han dejado una mella gigante en nuestra psiquis, pues se nos ha condenado a algo que en el mundo real no sucede todo el tiempo y que debemos perseguir sin importar las consecuencias, se nos ha condenado a la victoria y en el proceso nos arrebataron la oportunidad de descansar… de fracasar.

Sobre esto precisamente va Minute of Islands en su argumento, pues en él controlamos a la pequeña Mo, una niña que resulta ser la elegida por cuatro gigantes milenarios para mantener el frágil equilibrio en un mundo que ya fue destruido. Mo cuida también de estos, pues con sus poderes y entrenamiento está destinada a protegerlos, sacrificando la relación con su hermana, con sus amigos y con todos los que la rodean, lo que importa es su objetivo; sobre ella recae la salvación de la humanidad y si debe sacrificarse a sí misma, no lo dudará. Esto nos lleva a pensar en qué tan justo es para una niña, solo una niña, ser la encargada de llevar sobre sus hombros el peso de salvar al mundo.
En tal empresa tendríamos prohibido fallar y Mo lo tiene claro, por eso vuelvo a remarcar los sacrificios que hizo para intentar cumplir con su cometido, por eso hay una advertencia antes de comenzar la aventura, previendo que jugaremos una historia donde se remarcan los comportamientos autodestructivos, la ansiedad y, por qué no, la soledad. Todas estas problemáticas afectan a Mo y sin darnos cuenta, empezaremos a percibir que en algún momento de nuestras vidas también nos han afectado a nosotros.

A lo largo de nuestra existencia estamos buscando la victoria, vivimos en una sociedad que nos ha arrancado la posibilidad de fracasar, de perder. Hacia donde sea que mires vas a ver la imposición implícita de una dictadura de la felicidad. Pero, nuestra experiencia nos ha enseñado que la vida también está llena de derrotas: no te fue bien en la entrevista del trabajo soñado, no te alcanzó el puntaje para ir a la universidad que querías, tuviste que gastar dinero destinado a otra cosa en una emergencia; una tras otra y la vida debe seguir de forma precipitada. Nos amenazan diciéndonos que esta es demasiado corta, que no hay tiempo para perder en otros caminos aparte del de aquellos que triunfaron. Con ese discurso nos han llenado de victorias pírricas, en las cuales hemos sacrificado salud, tanto mental como física, e incluso, con ello hemos perdido a quienes queríamos, ya sean parejas, amigos o familiares.
Esto nos lleva inevitablemente a otro problema, la soledad. En Minute of Islands podemos percibirla de forma sencilla, la vida se extingue alrededor y Mo centrada en su misión termina alejándose de las personas. Viéndose a sí misma como la elegida, la protagonista, procura sacrificarse por salvarlos a todos, sin notar que esto también hace sufrir a quienes deja atrás. Situación que seguramente hayas vivido, cargas los problemas de muchos otros sobre tus hombros o sientes la destructiva necesidad de no apoyarte en ellos, pues, no quieres molestar a nadie con lo que te aflige, soportando un sufrimiento que podría menguarse con solo una palabra: ayuda. Se nos enseña a no importunar con lo que sintamos, así el mundo se derrumbe a nuestro alrededor, creemos que es mejor pelear solos, debido a que nadie puede entender lo que estamos sintiendo.

Por consiguiente, y saliéndome un poco del tema para aportar una reflexión en torno a la soledad, considero pertinente aclarar que el primer registro arqueológico de civilización humana no se encuentra en ruinas de asentamientos, ni en pictogramas y dibujos en cuevas prehistóricas. La primera evidencia de que floreceríamos como civilización está en los restos de una fractura, de una herida que sanó, pues aquí podremos ver que, en algún momento, un ser humano primitivo dependió de otro para sobrevivir, ese otro lo alimentó y lo cuidó hasta que estuviera bien. Nuestra evolución misma siempre ha dependido de la sociedad, del grupo, de la manada, para el ser humano la soledad se traduce como muerte y se siente igual, por eso nos duele. Por esa misma razón, es tan importante rescatarla específicamente para momentos de introspección y aprendizaje personal, pero abandonarla cuando el mundo se nos viene encima y se hace tan difícil seguir adelante.
En consecuencia, la frase de: “la historia la escriben los vencedores”, es una de las más infames, pues invisibiliza a la masa enorme de personas detrás de los acontecimientos y solo nos muestra las decisiones tomadas por los personajes históricos (que por diferentes razones trascendieron en los relatos), cuando en realidad, estos fueron forjados por las victorias o derrotas de cientos de miles de individuos olvidados. Es aquí, cuando hacia el final del juego leí una máxima que todavía hoy retumba en mi cabeza: no somos islas.

Entendí la importancia de no aguantar todo en soledad y de que a pesar del fracaso (no, perdón, gracias a él), la vida continúa y el mundo mañana aún no se habrá terminado.
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Calachoowie te dice, see you space cowboy…
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