Entre la realidad y la ficción en The Callisto Protocol

Inicio entonces con la advertencia de que esta nota no será una reseña de The Callisto Protocol, porque @relictking ya se encargó de ello hace algunos meses, elogiando su apartado gráfico y criticando su modo de combate. Por ende, para el caso que nos atañe hoy, me saldré un poco de la normatividad en la página y hablaré sobre la plausibilidad de que los acontecimientos que transcurren en el título protagonizado por Josh Duhamel puedan suceder en algún momento en el futuro. No sobra decir que habrá algunos spoilers.

Para comenzar centrémonos en el macrocontexto en el que se encuentra Jacob Lee. Él es una especie de camionero espacial, que transporta diferentes tipos de mercancías e insumos entre las lunas de Júpiter. De entrada, se nos brinda una historia ambientada en el futuro y por las fechas de nacimiento del personal que encontramos en Calisto (una de las lunas galileanas y la segunda más grande del sistema joviano), se revela que la trama transcurre a principios del siglo XXIV. Así es, The Callisto Protocol nos pone trescientos años hacia el futuro y nos dice que la humanidad, para entonces, habrá conquistado cada rincón del Sistema Solar.

A saber, la mayoría de obras de ciencia ficción transcurren en galaxias completas, donde la exploración interestelar es casi una regla; los personajes cuentan con tecnología que aún se desconoce, pero que les permite viajar a diferentes sistemas en solo unos cuantos minutos. Por ahora, con nuestra tecnología actual, esto es una imposibilidad; el planeta Tierra y sus características especiales de albergar vida, nos dificultan salir de su propio cerco de “cuarentena”. A su vez, la aparición del ser humano se dio hace unos 200 000 años y los registros de la primera ciudad son de hace 10 000, esto nos convierte en una especie geológicamente joven. No obstante, en los últimos dos siglos hemos dado avances cada vez más rápidos y agigantados, lo suficiente para que hace apenas poco más de 50 años, el ser humano se haya aventurado por vez primera en toda nuestra historia a salir del planeta y poner un pie sobre la Luna.

Buzz Aldrin en la Luna.

Y ese fue el comienzo, a partir de aquí enviamos sondas a otros planetas de nuestro sistema, para poder mirarlos de cerca; otras más ya han alcanzado el espacio profundo, con mensajes que atestiguan la existencia de nuestra civilización; e incluso, hace poco pudimos desviar un asteroide de su órbita, lo que se convierte en un aliciente de seguridad en caso de que uno muy grande se dirija en el futuro a la Tierra. Y aunque hace décadas no visitamos nuestro satélite natural, volvemos a alistarnos para conquistarlo, esta vez de forma definitiva, porque será el primer paso para ir a otro planeta, con algo de suerte, antes de la mitad del siglo XXI.

No obstante, los viajes interestelares siguen haciendo parte absoluta de la ficción, entendemos su gigantesca dificultad y por ahora centramos nuestros esfuerzos en alcanzar Marte. Todo lo anterior para destacar que, si bien salir de la influencia de nuestra estrella es todavía algo imposible, sí hay una enorme probabilidad de que para el siglo XXIV, el ser humano haya logrado establecerse en, como dije antes, cada rincón del Sistema Solar: con minas automatizadas en Mercurio y el Cinturón de Asteroides o grandes ciudades en Marte y en las lunas más grandes de Júpiter y Saturno.

Marte.

Por otro lado, la trama del juego nos pone en un contexto horrible. Jacob se encuentra atrapado dentro de una mega-cárcel llamada Ferro Negro en Calisto, mientras se propaga una infección que muta de forma horrorosa a los seres humanos, otorgándoles una fuerza, agilidad y agresividad desproporcionadas, pero despojándolos de todo racionamiento. Aquí, nos encontramos frente a un recurso narrativo que no es nuevo; en el que el protagonista intenta subsistir frente a una infección que atenta contra la misma civilización.

Más, sin embargo, esta situación no se encuentra totalmente alejada de la realidad. El mejor ejemplo sería la conquista e invasión del Imperio Español a las civilizaciones americanas; esta hubiera sido mucho más sanguinaria de lo que ya fue, debido a que la resistencia de los nativos se vio fatídicamente afectada por las enfermedades, la cuales ya eran comunes en el basurero que era Europa en aquellos años. Los indígenas no poseían los anticuerpos necesarios para sobrevivir ante la bomba de infecciones que llegó desde el oriente de América. Tifo, sarampión, tuberculosis o viruela, por nombrar unas pocas, resultaron devastadoras en proporciones titánicas; solo esta última aniquiló entre 2 y 3.5 millones de personas en México a principios del siglo XVI.

Matanza del Templo Mayor.

De hecho, acabamos de salir de una pandemia y muy recientemente la serie de The Last of Us nos hizo pensar cómo el cambio climático puede llegar a exponer a la raza humana a una amenaza fúngica. De ahí que haya un riesgo mucho mayor cuando se trata de la exploración espacial, ya que no se descarta una infección a partir de algún microorganismo congelado o atrapado bajo tierra, tal y como les pasa a los mineros en Calisto, donde la zona tuvo que ser purgada con habitantes y todo para evitar su propagación. Un gran ejemplo, real, de ese riesgo sucedió cuando Armstrong, Collins y Aldrin de la misión Apolo 11, estuvieron tres semanas de cuarentena en un módulo móvil, frente a la posibilidad de haber traído consigo un patógeno que pudiera propagarse entre la humanidad. Dicho protocolo se siguió para posteriores alunizajes hasta que fue descartado en las últimas misiones Apolo, una vez se comprobó que no había un riesgo biológico proveniente de la Luna.

En consecuencia, me viene a la cabeza una frase que dicta: «la ciencia ficción del pasado es la realidad del futuro». La enorme posibilidad de conquistar nuestro sistema solar es real y latente, pues hace apenas unos siglos siquiera se soñaba con ello, pero hoy miramos de nuevo al cielo, sabiendo que nuestro posible propósito es llevar la vida allí donde, sin nuestra intervención, solo habría rocas inertes. Por ello, espero que ese futuro prometido no sea igual de trágico y sanguinario que el de The Callisto Protocol.

Richard Nixon saluda a (de izquierda a derecha) Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin Aldrin.

Y hasta aquí la nota, espero te haya gustado la forma en la que traté de plasmar a la vida convirtiéndose en videojuego o viceversa. Déjame tus reflexiones aquí abajo en los comentarios o en Facebook, Twitter e Instagram.

Calachoowie te dice, see you space cowboy…

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