Los videojuegos me… cambiaron la vida

Un día común y corriente, estás en el trabajo con cara de desgana después de recibir ese mensaje que acaba de arruinar toda la jornada. Afuera llueve con fuerza y piensas que no va a dejar de hacerlo en unas cuantas horas, por lo tanto, ya te imaginas caminando por la calle, empapado (preciso ese día dejaste el paraguas en el transporte público). El tiempo ha pasado a trompicones y todas las horas que han transcurrido no se reflejan en la aguja, pues cada vez que miras el reloj, este solo muestra un avance de pocos minutos. Después del extenuante trabajo, mojado, triste y abrumado por la rutina, te sientas en el sofá. El celular vibra advirtiendo la entrada de otro mensaje, es uno del grupo de amigos con el que sueles jugar en línea. Una sonrisa se dibuja en tu rostro, al poco tiempo, con control en mano y una diadema en tu cabeza, empiezan las partidas. Las risas no tardan en llegar, por ese instante te lograste despejar de problemas, te sentiste tranquilo y recuperaste tu sonrisa. Entiendes que los problemas siguen ahí, pero que el mundo no se ha acabo, que aún amanece gratis para ti.

Imagen de Pierre Roussel.

La anterior situación la hemos visto repetirse innumerables veces (con pocas variaciones), pero muchas de ellas llevan al mismo punto, y es que los videojuegos tienen un potencial poco visto por cualquier otro medio de entretenimiento, es esa gran posibilidad la que permite abordar múltiples temáticas, sentimientos y contextos. Podemos usarlos para reír, llorar, aprender o solo entender. Así, las historias creadas en este fantástico mundo, frecuentemente, trascienden al nuestro, e incluso, cambian nuestro modo de percibir la realidad.

Por ejemplo, hace poco tiempo acompañaba a un amigo en una decepción amorosa, él asesinaba criaturas en las Tierras Intermedias y se embriagaba mientras se preguntaba por qué razón todo había terminado. También me recuerdo hace una década, resolviendo los veinte glifos ocultos en la Italia renacentista que ocultaban “La Verdad”; todo mientras superaba un rompimiento. En ambos casos el objetivo era el mismo y aunque nuestra mente divagaba entre el sufrimiento y el videojuego, nuestros pensamientos intentaban ponernos en una empresa superior: reclamar el poder del Círculo de Elden o destruir la organización templaria, mientras aliviaban nuestro dolor.

Otra historia que viene a mi mente es la de un amigo que relaciona a los videojuegos con su padre, pues era él quien compraba las consolas y muchas veces jugaban juntos, por lo que el hecho de continuar con este gusto, para él, es recordarlo constantemente a pesar de su partida. De igual manera, en una ocasión me vi inmerso en la tristeza que solo puede ocasionar el fallecimiento de alguien, y, fue en la trama de un videojuego en la que pude entender mis sentimientos y afrontar de mejor manera el duelo:

<<Los videojuegos me… ayudaron a prevalecer ante la fatalidad de la muerte de mi padre, aprendí a vivir sin él y a recordarlo sin derrumbarme>>.

De hecho, de forma simbólica, podemos relacionar a los videojuegos con virtudes muy importantes por cultivar a lo largo de nuestras vidas. De modelo podemos tomar a aquellos que asumen el reto de un soulslike, y sabiendo que morirán cientos de veces, continúan intentándolo; lo mismo que me enseñaría Sifu y la filosofía inherente del kung-fu dentro del juego: caer, levantarse, insistir y aprender. Del mismo modo, en este punto podemos encontrar motivación en cada una de las historias que se nos muestra en pantalla, ya sea por una trama de venganza personal, por redención o por nimiedades tales como salvar al universo.

Hay otros que disfrutan de los títulos multijugador y en ellos encontraron grandes amistades (aquí me incluyo), entrando cada noche al lobby de algún videojuego y activando los auriculares para llenarse de vida, gracias a las risas y los momentos graciosos que solo suceden cuando se pasa el tiempo con amigos. Ahora evoco, que hace mucho tiempo reforzaba mis amistades por temas tan trascendentales como preguntar la facción que escogían en World of Warcraft y a su vez, conocía a nuevas personas a través de las vastas tierras de Azeroth. Incluso, hay quienes ponen el nombre de sus parejas a los avatares que controlan, y al igual que la lealtad que hay para ver una serie en streaming con alguien, también la hay para jugar una campaña cooperativa y solo atreverse a continuar cuando esa persona esté a su lado.

A la par, en ámbitos educativos, vemos cada vez con más frecuencia su relación, pues aparecen artículos de quienes explican la crudeza de la guerra a través de This War of Mine o Metal Gear Solid, o la depresión vista en Gris y The Last Campfire, otros que aprendieron de historia con Age of Empires y Assassin’s Creed. Y si vamos más allá, podemos encontrar a quienes hacen sus trabajos de grado usando de forma completa a los videojuegos, hablando de temas jurídicos alrededor de la propiedad intelectual en estos contextos; asimismo, se pueden ver análisis de los medios de comunicación en juegos como Grand Theft Auto V; e inclusive la ventaja didáctica de usarlos en aulas de clase, lo que ahora la academia llama gamificación.

En conclusión, el mundo de los videojuegos ha llegado para quedarse y ha dejado una huella muy profunda en todos aquellos que se atreven a adentrarse en sus parajes, brindándonos experiencias, temas de conversación, de estudio y de demasiadas cosas para listar ahora mismo. A propósito, gracias a ellos es que estoy escribiendo en esta página y me permito con cada palabra traerte recuerdos que podrían dibujarte sonrisas o hacerte nudos en la garganta por la nostalgia, porque ese es el objetivo de los puntos suspensivos al final de Los Videojuegos me…

No tengo más que decir (por ahora), deja tu comentario aquí abajo o en Facebook, Twitter e Instagram. Recuerda, nunca dejes de jugar.

Calachoowie te dice, see you space cowboy…

¡Nos encantaría saber qué piensas! Deja un comentario.

Up ↑

A %d blogueros les gusta esto: